Eleven million steps

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Once millones de pasos y sumando. Ya solo me queda mar, luego otro continente, otro trozo de mar (y plástico) y, vuelta a empezar.

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Qué puedo contar de este último año, pues poco cosa, qué la vida sigue, qué no es poco, y que, a diferencia de Alicia en el país de las maravilla, pese a haber andado mucho, durante tanto tiempo, aún no he llegado...

Por lo demás, fruto de este "experimento" que ya se alarga casi diez años, se constata algo que ya intuí y dije en el blog hace como siete u ocho años y que mira por donde, ahora tantos años después, no sé cuantos científicos del MIT, de Cambridge, de Oxford y su puta madre, no paran de corroborar en los papers de turno; qué para nada es igual andar que correr, qué la plasticidad y salud cerebral se beneficia enormemente de un simple paseo de unos pocos kilómetros diarios y, algo que se está publicando últimamente y con lo que coincido; que la pérdida de peso no se logra tanto haciendo ejercicio (como se insiste), como comiendo mejor (o en el peor de los casos, menos), y cuando digo mejor, me refiero a comer alimentos de verdad. En realidad me refiero a diferenciar entre un alimento y una mierda, pero eso ya queda para otra entrada.


Lo dicho, si quieres regular tu peso y más importante aún, estar sano, mas que comer menos, o matarte a hacer ejercicio (sin mejorar la alimentación), busca comer alimentos de verdad y, luego si, si quieres haz ejercicio, es indudable que tiene unos beneficios incuestionables, pero lo dicho, no lo digo yo, lo dicen los estudios recientes, el deporte por si solo de poco sirve, si a su vez, sigues comiendo basura. Es más, la conclusión "sorprendente" a la que han llegado en estos estudios, es que, el ejercicio tiene muchos beneficios, pero uno de los menos significativos, es precisamente la reducción de peso. Si señores, la «Industria» no quiere que comas mejor, ni por supuesto menos, si lo haces, ¿qué te recomienda?; haz ejercicio como expiación y si tal, a la vuelta ya te tienen ellos la nevera llena de "mierda" para cubrir esas calorías quemadas... gratuitamente. En fin, esto lo trataré en un próximo artículo.


Pues nada. Nos vemos en otro millón, o eso espero, que tal y como anda el mundo... que casi parece una escenario de la Marvel, nunca se sabe.

 

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Inzitan blog

Debí elegir la pastilla azul...

Hace siglos, en Delf, ¿recuerdas?, tú vertías la jarra de leche, en casa de Johannes Vermeer, el pintor, el marido de Catharina Bolnes, hija de la señora María Thins, aquella estirada, que tenía un hijo medio loco. Pues ese, ese era yo...

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