El dominó divergente

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NOTA: Segunda publicación (y corrección) del post, publicado originalmente hace ya unos años.

-El dominó divergente-es un concepto difícil de explicar, pero muy fácil de entender. Es algo así como; enseñarle a alguien como se monta en bici, solo lo entiende cuando él mismo logra el equilibrio perfecto, mientras tanto, ya se lo puedes poner con esquemas y en latín que se partirá los dientes, si o si.
Desde hace un tiempo para acá, poniendo en practica y en valor, algo que primero escuché en un podcast y que luego leí, vengo aplicando ese concepto con casi todo, y los resultados no pueden ser más satisfactorios. A menudo la frustración aparece, muy a menudo, pero cuando funciona, cuando obtienes algo, todo ese calvario queda compensado con creces.

Un ejemplo. Yo jamás de los jamases leería literatura chatarra, música "para los sordos de corazón y espíritu" o vería películas para memos. Ya sé, es una postura un tanto snop, pero el motivo no es otro que, lo tenía por una pérdida de tiempo... y sinceramente hay tanto y tan bueno por leer, ver o escuchar, que gastarlo en algo que se salga de los gustos personales más o menos acertados me parece... bueno, me parecía casi una falta de respeto con uno mismo.

Pero... si algo tiene la cultura, es que te hace pensar, y pensar te hace cambiar cosas que creías inalterables. Algo así como dejar de ser del Barça y pasar a ser del Madrid. Pues eso. Aprender a desaprender como dice el Punset.

Bueno, no me lío más, que como se entiende mejor estas cosas es con ejemplos; este verano poniendo en práctica esta forma de entender las cosas, por ejemplo; leí Las 50 sombras de Grey, escuché a Pablo Alborán y vi Oblivion. Algo antes impensable. Dirás tú, ¿y qué?, o mejor dicho, ¿por qué?. Pues por el -efecto dominó divergente-. 

Este efecto, es el que, por ejemplo, hace que Quentin Tarantino sea un genio, que Sabina sea contradictorio y creíble al mismo tiempo, o Saramago no entienda, perdón, entendiese el concepto de párrafo.

Es así como leyendo una literatura chatarra, zas!!!!, una fila divergente de esa caída de fichas de dominó derivó, entre otras cosas inconfesables ;-) hacia Kings of Leon y Thomas Tallis.

Es así, como escuchando al anodino, plano y vacuo Pablo Alborán, acabé en mi iPod con la discografía de Carminho.

Es así, como viendo Oblivion, un ejemplo perfecto de cine de fuegos de artificio... es decir, un bonito cartel para que compres una bonita entrada y salgas del cine con una cara fea de cojhones... pues bien, de ahí, una fila derivó en Los Cuentos completos de P.K. Dick.

Es así, como escuchando podcast de la Asociación astronómica Jerezana (Magallanes), unos podcast que como casi todos los podcast (sean de la temática que sea) acaban por derivarte a temas y ámbitos totalmente ajenos... es mas, los podcast son sin duda uno de los ejemplos más fácilmente comprensibles del efecto dominó. Pues bien, escuchando a estos chavales con una temática un tanto anodina (mas bien por su enfoque que por el tema en sí), acabé leyendo; Guía del Autoestopista Galáctico de Douglas Adams.

Bien, ahora ya creo que se entiende más que es eso del -Dominó Divergente-. De haber descartado todos esos caminos estériles, o que yo creía estériles a priori, todo eso que he descubierto se perdería en el tiempo como lágrimas en la lluvia...lo siento, no puedo evitarlo ;-). 

La mezcla, la amalgama, el mestizaje, y si, también la mediocridad, la vacuidad, la esterilidad... la mierda cantante y danzante de este mundo... tiene algo que ofrecer. Lo que repito siempre, de que un capítulo o un párrafo pueden salvar el libro entero, lo resume a la perfección. Lo otro; intentar andar por el camino trillado, reconocido o simplemente contrastado y esperado, si que a la larga resulta estéril. Dándose la paradoja, de que, a menudo de lo malo se pueden sacar cosas buenas, muy buenas, mientras que de lo bueno, rara vez se obtiene nada más.

Lo mediocre no es malo, no de forma absoluta. Lo realmente malo, es no ver lo bueno dentro de la mediocridad o, peor aún, ni siquiera intentarlo.

Inzitan blog

Debí elegir la pastilla azul...

Hace siglos, en Delf, ¿recuerdas?, tú vertías la jarra de leche, en casa de Johannes Vermeer, el pintor, el marido de Catharina Bolnes, hija de la señora María Thins, aquella estirada, que tenía un hijo medio loco. Pues ese, ese era yo...

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