Hace ya muchos años que tengo como indicador de que una persona no está cocida del todo; el que manifieste su posicionamiento político (da igual el color), como si se tratase de que te deba gustar el dulce y no el salado. Es decir, lo que me quema, es la incapacidad que tiene la gente de cambiar de posicionamiento, de reprogramarse o, en cualquier caso, de ver y defender, los grises.
Pero, pese a todo, aún hay gente con más de dos neuronas rebotándole en el cráneo. Quizás aún haya esperanza.
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